23/6/13

El café

El café. A priori, una simple bebida muy querida y consumida por todos, pero, ¿qué esconde en realidad? El café es una ayuda para la vida, y no precisamente por sus estimulantes. Es la excusa perfecta para charlar, para ver a alguien a quien quieres, para estar también con alguien a quien no quieres tanto, para quedar con quien te da vergüenza, para reír, para llorar. Para vivir, sí, y también para sentir. Es el protagonista y el confidente de las conversaciones, el que guarda los secretos, el que te desvela y despierta, quizás a veces demasiado. Con el que estudias o te relajas, con el que disfrutas de un paisaje campestre o urbano, con el que prolongas las comidas, con el que llenas de aroma tu cocina, aquel que te hace recordar u olvidar un mal día. Variado en sabores y tamaños, componente diario en los desayunos, tomado en invierno o en verano. Basta con algo de suelto, idóneo para estos tiempos. Además, es internacional y se pronuncia igual en francés, manteniendo la tilde hasta en inglés. Solo o acompañado, nos llena de vida, a veces de mal humor, pero siempre te acompañará su sabor. Esto, amigos, es aquella sustancia que, tímidamente, da vueltas dentro de la taza mientras la movéis. Acordaos siempre de ello; el café, simple bebida a priori, esconde toda una vida a posteriori.

1/6/13

Una cuestión de tiempo

“Ha llegado la hora de que experimentéis el momento más duro que posiblemente os encontréis en vuestras vidas. Todo el mundo lo hemos vivido, y hoy me toca a mí ser partícipe de vuestra experiencia.” – El profesor deja la tiza que le había servido para su explicación anterior y se pone frente a la clase, que se vuelve a colocar tomando nuevas posiciones. – “Hijos, ¿sabéis que hay un mundo completamente distinto a éste no muy lejos de aquí? Lo he visitado unas cuantas veces y es totalmente descabellado y cruel; es incomprensible su comportamiento” – cuenta el sabio y anciano fénix a sus alumnos, ahora pendientes de él, una soleada mañana en la escuela. – “Los hombres acaban con los animales sin compasión. Están atormentados. Y lo que es peor, ¡se matan entre ellos! Cada vez que voy allí se consume mi tranquilidad…”. – Los alumnos, todos aún pequeños, escuchan perplejos aquellas palabras: unos sentados en las sillas, otros reposando sobre el frío suelo y el sabio profesor encima de la mesa llamando su atención. A continuación, el anciano señala el paisaje a través de la ventana – “¿Veis esos árboles que se alzan enfrente? Sí, sí, aquellos, vuestros favoritos, nuestros hermanos, los que nos proporcionan agradable sombra, buen reposo y nos enriquecen con sus frutos… ¡Pues esos hombres los matan también!” – Los alumnos se estremecen desde sus sitios. Atónitos frente a lo que están escuchando, encuentran inconcebible un mundo así. – “Y por si fuera poco… mirad allí arriba… ¿Veis el cielo azul, el que nos envuelve a todos por el día, tornándose oscuro por la noche para dejarnos descansar? ¡Pues tienen una sustancia grisácea y tóxica con la que lo infectan! – Súbitamente todos se tapan los oídos y cierran los ojos con fuerza para no escuchar más las insensibles palabras de su maestro; no les gusta esa historia. De repente suena el timbre y se alzan dispuestos a salir de aquella tormentosa clase. – “Vaya, vaya, vaya… Salvados por la campana, ¿eh? Ya seguiremos otro día…”. – Tras esto, corren despavoridos tropezándose entre sí mientras el profesor, alzando el vuelo, marcha tranquilamente de la clase antes que ninguno. En efecto: aquellos alumnos eran humanos.